Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam
porque el General Giap no vacilaba en utilizar una cantidad desmesurada de
fuerzas porque los soldados vietnamitas eran muy baratos, razón por la cual los
estrategas norteamericanos no podían competir en este aspecto de la batalla.
“La vida humana en el Oriente no tiene tan
alto precio como en el Occidente,” es una famosa frase del general de EEUU
William C. Westmoreland. “Los vietnamitas aceptaban grandes bajas porque no
daban mucho valor a la vida humana”, ha dicho el jefe militar cuyas fuerzas
fueron derrotadas y acabaron huyendo en desbandada de Vietnam.
Paradójicamente, Turse considera que “la
derrota de Estados Unidos fue probablemente resultado, en buena medida, de las
víctimas vietnamitas que causamos, no sólo en el fuego cruzado militar, sino
como resultado directo de nuestra política y tácticas”.
Mientras que casi 60.000 soldados
estadounidenses murieron, unos 2 millones de civiles vietnamitas perecieron y
millones más fueron heridos o desplazados durante la intervención de los
Estados Unidos en Vietnam, según estimación de investigadores y fuentes del
gobierno estadounidense.
Turse explica que “enfurecidos, disgustados y
enajenados por los abusos de que eran víctimas por parte de las tropas
estadounidenses que decían ser sus aliados, civiles vietnamitas sin inclinación
alguna a favor de nuestros adversarios, les ayudaban”.
“Ahora, cuatro décadas más tarde, en tierras
lejanas como Pakistán y Afganistán, los ciudadanos de esos países igualmente
valoran a Estados Unidos como enemigo, porque Washington les ha convertido en
daños colaterales de una guerra contra el terrorismo con la que ni siquiera el
pueblo estadounidense se identifica”.
Tras una década analizando archivos por mucho
tiempo clasificados de una extensa investigación penal militar, transcripciones
de Cortes marciales, estudios del Congreso, trabajos periodísticos y
testimonios de soldados estadounidenses y civiles vietnamitas, Turse concluye
que quienes en verdad han mostrado desprecio por la vida humana han sido el
general Willam Westmoreland, sus subordinados, superiores y sucesores.
Ello deriva esencialmente de la estrategia
estadounidense de matar tantos “enemigos” como sea posible y juzgar el curso de
la guerra por el conteo de los cadáveres ('body count'). Estados Unidos
declaraba zonas de fuego libre a amplias franjas en el territorio de Vietnam
del Sur– donde podía eliminarse a cualquier ser vivo. A ello unía un fuego de
artillería destinado a mantener al enemigo en constante inquietud, obligando a
cientos de miles de civiles a desplazarse a barrios marginales y campamentos de
refugiados.
“Habiendo entrevistado a sobrevivientes de
masacres ejecutadas por fuerzas de Estados Unidos en Phi Phu, Trieu Ai, My Luoc
y tantas otras aldeas, puedo afirmar con certeza que era falsa la evaluación de
Westmoreland” declara Turse.
“Décadas después de terminado el conflicto,
los pobladores aún lloran a sus seres queridos — cónyuges, padres, hijos,
muertos en horribles sacudidas de violencia. Me dijeron que, luego de vivir por
años bajo bombas, proyectiles de artillería y helicópteros artillados
norteamericanos, ellos consideran que nada podría ser más cruel o despreciativo
de la vida humana que las políticas estadounidenses”.
Sobra decir que el genio militar, político y
humano del General Giap, que lo llevó a ser conocido en Occidente como “el
Napoleón Rojo” o “el General que humilló a Occidente” era producto y reflejo de
un pueblo extraordinario que, como él, ha sido capaz de las mayores proezas
ante contrarios con mayores recursos materiales, a base de iniciativa, audacia
y sorpresa.
Los soldados que el genio militar de Giap
comandaba no eran “muy baratos”, sino muy valientes y muy imbuidos de amor a su
patria y a la justa causa por la que luchaban.
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