La historia de Vietnam comenzó en el siglo
XII, con un grupo de pueblos desplazados desde el sur de China por la invasión
mongola y que colonizaron la cuenca baja del río Rojo. En el acuerdo de paz
firmado por el rey vietnamita Trần Nhân Tông en 1257, Vietnam accedió a pagar
tributos a China para evitar más enfrentamientos. En esos 700 años de historia
como pueblo, Vietnam fue alternando su posición de reino invadido por otros
pueblos, sobre todo mongoles y chinos, a la de invasor de sus vecinos; pues
siempre mostró interés en anexionar Laos y Camboya, cuando no toda la península
de Indochina.32 Este período de independencia y expansión del reino concluyó a
finales del siglo XIX cuando el país fue invadido por los europeos, sobre todo
Francia y España.33
Durante la Segunda Guerra Mundial, el imperio
nipón también invadió buena parte de Asia, incluida Indochina. Mantuvo, eso sí,
a los administradores franceses en sus puestos para no alterar el orden en la
colonia.34 La contienda pareció enseñar dos lecciones. Por una parte, que los
europeos en general y los franceses en particular distaban mucho de ser
invencibles. Por otra que tratar de apaciguar al agresor solo le hace más
agresivo, como se vio tras la Conferencia de Múnich.35 La primera lección
contribuyó a espolear los levantamientos en Asia y África contra Francia, los
Países Bajos, Portugal o el Reino Unido. La segunda, a una visión del comunismo
como nuevo poder agresor, algo apoyado en teorías como la defendida tanto por
Estados Unidos como por la URSS que postulaban una inevitable implantación del
comunismo en todo el mundo, por la fuerza según los primeros y por las ventajas
de su sistema según los segundos.
Para responder a los distintos movimientos
independentistas, los gobiernos europeos enviaron a lo mejor de sus ejércitos
contra los movimientos de liberación en Indochina, Indonesia, Guinea o la
India.36 Sin embargo, el cambio en la percepción de los occidentales y el
agotamiento provocado por la Segunda Guerra Mundial hacía muy difícil volver a
la situación anterior. Como contestación a esta real o supuesta expansión del
comunismo, en la década de 1940, Harry S. Truman ayudó a la monarquía griega a
ganar su guerra civil contra las milicias del Partido Comunista de Grecia
(KKE). También parecía obtener éxitos en Malasia, Indonesia o Filipinas,
naciones con posibilidad de cambiar de aliados. No tuvo suerte con la China de
Mao, que sí adoptó el régimen comunista. La guerra de Corea, ante la invasión
de Corea del Norte, pareció dar un respiro, pero historiadores como John Gaddis
(2008) lo consideran una derrota en la práctica. Sí lo fueron para la Casa
Blanca el paso de Vietnam del Norte, Birmania y Cuba a la esfera socialista,
sin mencionar todas las naciones europeas bajo la ocupación soviética. Estados
Unidos temía quedar rodeado por una constelación comunista de la que Vietnam
del Sur sería una pieza más y el desencadenante de una sucesión de pérdidas en
toda la península con la consiguiente pérdida de prestigio internacional (la
así llamada «teoría del dominó»). En opinión de los distintos gobiernos
estadounidenses, si la URSS no veía una oposición decidida, podrían repetirse
las consecuencias de Múnich y revivir las acciones expansionistas del régimen
nacional-socialista.35 En la década de 1950, Dwight D. Eisenhower profundizó
en la doctrina de Truman con apoyo económico a militares golpistas de
dictaduras como Filipinas, Singapur o Corea; además apostó por la Carrera
espacial contra la Unión Soviética para conseguir que Indonesia y otros países
de la región no cambiaran de bando.37
Según John Gaddis (2008), los distintos
gobernantes de la URSS también se veían amenazados por los occidentales.
Estadounidenses y europeos habían apoyado al Ejército Blanco en su guerra
civil. Habían confiado en Alemania y los invadió. Con el final de la Segunda
Guerra Mundial veían cómo su territorio era rodeado por bases estadounidenses
con armas nucleares en Alemania occidental, Japón, Turquía. Pero además, los
posibles gobiernos que podían simpatizar con la URSS eran hostigados por
occidentales, caso de Nasser en Egipto, o depuestos directamente como Lumumba
en el Congo.
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